UNA VISIÓN ESTRATÉGICA PARA MÉXICO.
Por: Edilberto Cervantes Galván
El fracaso de la globalización neoliberal está impulsando el surgimiento de
políticas nacionalistas, como una forma de evitar que la crisis del comercio
internacional arrastre a lo que queda de las economías locales, en medio de la
pandemia. Se avanza en una reconfiguración del poder global.
Los regímenes de gobierno neoliberales dejaron de lado la planeación estratégica
ya que las “señales” confiables son las que dìa a dia va indicando el mercado.
Sin embargo, es innegable que las grandes empresas transnacionales no operan
en base al día con día. Como tampoco lo hacen los gobiernos chino, ruso o hindú.
En México, la planeación estratégica del gobierno se dejó de lado desde Miguel de la Madrid. Los planes sexenales de gobierno son una formalidad más que una
guía.
El rumbo del país se dejó en manos del libre mercado con el exterior, lo que ha
provocado desindustrialización, el dominio extranjero de la banca y del sector
financiero, la dependencia de la importación de gas y de gasolinas, una débil
política de cienciaa y tecnología, la ampliación de la brecha digital con el resto del
mundo. Desigualdad y pobreza.
A corto plazo es imposible dejar de lado el condicionamiento que impone la
cercanía con los Estados Unidos. Pero el reto es lograr una posición más
equilibrada a 15 o 20 años.
Asegurar la soberanía de México debiera ser el principal objetivo. Soberanía para
tomar decisiones desde la perspectiva del interés nacional. La autodeterminación
va de la mano con el ejercicio de la soberanía. Autodeterminación para decidir qué
es lo que nos conviene y cómo hacerlo.
Los ejercicios de prospectiva para el resto del siglo XXI plantean como campos
centrales la energía, los alimentos, el conocimiento científico y la capacidad
tecnológica. Con el desarrollo de esos cuatro elementos bajo criterio nacional se
puede aspirar a un desarrollo soberano.
Educación y ciencia.
Es necesario formar los recursos humanos con las características que se
requieren para enfrentar los retos del conocimiento científico y técnico en cada
uno de esos campos.
El sistema educativo nacional tiene más de 25 años perdido en el forcejeo del
manejo de los recursos entre el gobierno federal, los gobiernos estatales y la
gestión administrativa corrupta. Las escuelas normales están abandonadas y
aisladas. Se ha estimulado a la escuela privada (Felipe Calderón) y son muy
limitados los recursos para la escuela pública. Las universidades públicas han
caído en la indolencia de una autonomía que sólo mira hacia adentro de sí
mismas. La brecha digital se amplía cada vez más. Se requiere flexibilidad en el
sistema educativo para atender necesidades específicas del sector productivo y la
sociedad.
La política científica y tecnológica se dejó en manos de un CONACYT con
mentalidad neoliberal (el rumbo lo define el mercado). En los últimos 50 años no
se ha diseñado un plan nacional de ciencia y tecnología. El Sistema Nacional de
Investigadores se burocratizó y cayó en la simulación. Los bajos índices de
patentes de invenciones o innovaciones reflejan un esfuerzo mínimo o resultados
muy pobres.
La energía.
El cambio climático a nivel global y el alto costo que supone el uso de los
hidrocarburos hacen evidente la necesidad de una modificación progresiva del
balance energético. Sin brújula, el petróleo y la energía se han manejado en
México sin plan ni visión.
En ausencia de una estrategia a largo plazo, México nunca avanzó en el manejo
de la energía atómica: se empantanó en Laguna Verde. A pesar de todas las
ventajas que ofrece la energía solar, no se ha impulsado una industria nacional.
Con mucha timidez se acepta que empresas extranjeras vengan a instalar sus
campos de generación de energía solar. La energía eólica también la aprovechan
empresas extranjeras. Las plantas de geotermia no pasan de ser un ejemplo de
buen manejo tecnológico mexicano. La energía mareomotriz apenas si se
reconoce como una fuente.
La apuesta en la explotación del petróleo en las aguas profundas del Golfo de
Mèxico se tomó con toda conciencia de que la tecnología tendría que ser
extranjera y manejada por extranjeros.
Se tendieron gasoductos para facilitar la importación de gas natural desde los
Estados Unidos. Sin avanzar en la explotación de los yacimientos de gas en
Mèxico. El “fracking” es un verdadero riesgo ecológico.
El Instituto Mexicano del Petróleo dejó de proveer la ingeniería que requería el
sector petrolero. El Instituto de Ingeniería Eléctrica (y de Energías Limpias a partir
de 2016) carece de presencia en el desarrollo de la industria eléctrica. El Instituto
de Energía Nuclear sobrevive burocráticamente. En estas instituciones hay una
base de personal con formación técnica y científica y que puede entender un
enfoque nacionalista en los manejos de la energía.
Habría que definir un balance energético que sea sustentable a largo plazo e
impulsar con decisión el desarrollo científico y tecnológico en este sector.
Los alimentos.
México se ha colocado como un buen exportador de alimentos, sobre todo hacia
los Estados Unidos. Pero también se ha convertido en un gran importador de
alimentos. Producimos para el mercado externo, pero se ha descuidado el
mercado interno y el sector de economía agrícola de subsistencia. La amenaza
de los transgénicos es un tema de seguridad alimentaria.
Asegurar el abasto de alimentos básicos para los mexicanos es un asunto de
seguridad nacional. Se puede y se debe seguir exportando, pero habría que
reducir progresivamente las importaciones de los alimentos “genéricos” conforme
a una dieta que responda a las características regionales.
Las prácticas agrícolas, los diversos regímenes de propiedad, el impulso de usos
alternativos a la producción de alimentos, la falta de apoyo técnico (el concepto de
extensionismo ya desapareció), el enfoque mercantilista y financiero orientando
todo al mercado, las pequeñas comunidades rurales, son elementos que
conforman una realidad compleja. Así como los distritos de riego se administraron
conforme a una gestión específica, cabría pensar en esquemas regionales y dejar
a un lado las soluciones y modelos nacionales. Hay regiones agrícolas en México
con superficies equivalentes a países completos. Descentralizar recursos
(económicos, humanos, técnicos) y decisiones, sin dejar de supervisar.
La seguridad alimentaria pasa también por una mejor alimentación para los
mexicanos. La obesidad que afecta a buena parte de la población infantil y juvenil
representa un riesgo de salud. Se requiere definir una estrategia alimentaria para
asegurar un nivel nutricional aceptable.
La industria de procesamiento de alimentos es de gran importancia. Con
significativa presencia de empresas transnacionales que tienen acceso a las más
avanzadas tecnologías de conservación, procesamiento y comercialización de
productos alimenticios. Habría que desarrollar nuevos productos alimenticios de
consumo popular y las tecnologías asociadas a los ”alimentos del futuro” (la
aplicación de la química orgánica en la producción de alimentos)
Existe un conjunto de instituciones de investigación que inciden en el campo y la
producción agropecuaria, pesquera y forestal. Incluso universidades como las de
Chapingo, Ciudad Juárez y la Antonio Narro, enfocadas originalmente a la
problemática agrícola. El Instituto Nacional de la Nutrición cuenta con personal
de alta especialización. No hay una estrategia alimentaria.
Conocimiento científico y capacidad tecnológica.
El nivel de subdesarrollo científico y tecnológico que caracteriza a México es
resultado de que la política de desarrollo no le ha asignado a la ciencia y a la
tecnología el papel que les corresponde para fortalecer la autodeterminación y la
soberanía nacionales.
Es histórico el nivel tan reducido de recursos que se destinan a las actividades
científicas y tecnológicas. Ni las empresas ni el gobierno destinan recursos; a las
empresas les resulta más fácil adquirir maquinaria y tecnología en el extranjero y
el gobierno se ha distanciado de las instituciones de investigación nacionales.
El modelo de desarrollo tecnológico que se ha seguido se alinea con las
tendencias internacionales de las grandes empresas. Lo que se corresponde con
una débil capacidad interna para asimilar, adaptar y aplicar los conocimientos
provenientes del exterior, y para generar, difundir y aplicar conocimientos
tecnológicos propios.
Se requiere impulsar una cultura científica y tecnológica desde los primeros
niveles del sistema educativo. Desarrollar los hábitos de pensamiento racional,
crítico e inquisitivo, en todos los niveles de enseñanza. Hay quien piensa que al
egresar de la primaria un niño debería saber leer, escribir y programar.
La política de ciencia y tecnología debe estar estrechamente vinculada con la
política educativa y la política económica, las políticas públicas y los proyectos
estratégicos.
La política de ciencia y tecnología debe plantearse a partir de los objetivos
nacionales de desarrollo soberano y autodeterminación. Con interés prioritario
en energía y alimentos.
La pandemia del COVOD 19 reveló la debilidad de los sistemas de salud públicos
y las restricciones de la salud privada enfocada en el esquema curativo. Es
prioritario desarrollar un servicio médico robusto orientado a la salud pública
preventiva.
A CORTO PLAZO.
Los analistas de la economía internacional y de las variables geoestratégicas
coinciden en señalar que México tiene un reducido margen de maniobra como
para, a corto plazo, modificar sensiblemente sus relaciones económicas con el
exterior.
A corto plazo México tendrá que mantener vigente la estrategia de integración
económica de la región norteamericana: México, Estados Unidos y Canadá. De allí
la importancia del T-MEC.
Después de la firma del Tratado de Libre Comercio (el TLCAN) los gobiernos
mexicanos no hicieron nada para avanzar y promover una verdadera integración
regional.
La nueva situación, con un mercado global que entró en crisis, fortalece la tesis de
que México debe buscar las mejores oportunidades en sus relaciones
económicas, políticas y culturales con los Estados Unidos. Sobre todo si reconoce
la creciente posición (política y económica) de la comunidad mexico-americana
que anticipa que en pocos años ésta sea un referente en la estructura de poder
norteamericana.
En algunos ejercicios de prospectiva realizados a fines del siglo XX, se señalaban
las tendencias a una interacción más intensa entre el norte de México y el Sur de
Estados Unidos, conformando una región binacional: “MEXAMERICA”. En otro
estudio, se perfilaba el territorio de una región binacional a la que se denominaba
“ANGELINA”, también integrando zonas de México y de los Estados Unidos. Estos
procesos de integración, que se darían a los largo de las primeras décadas del
siglo XXI, también se manifestarían en una recomposición de las regiones en el
territorio de los Estados Unidos y en el Canadá (Alaska, por ejemplo, conformaría
una región con la costa del Pacífico de Canadá y de los Estados Unidos).
En este contexto, a fines del siglo XX se habían identificado algunos proyectos de
gran envergadura que tenían viabilidad en un espacio norteamericano. A) La
Supercarretera del TLCAN: comunicaría a los tres países, desde la Ciudad de
México, hasta Winnipeg y Duluth, en la región de los Grandes Lagos. B) El Canal
Intracostero Tamaulipeco, que comunicaría la costa mexicana del Golfo con la
región de los Grandes Lagos, aprovechando los sistemas de transporte
“canaleros” que operan regularmente en la Cuenca del Mississipi (el transporte por
esta via reduce costos). C) El megaproyecto del Itsmo de Tehuantepec: un canal
terrestre con una supercarrterera de 411 kilómetros, un corredor ferroviario
transístmico y la instalación de dos unidades generadoras de energía; el impacto
de este megaproyecto sería detonador del desarrollo del sureste; se integrarían
más de 150 proyectos específicos.
Enlazar los puertos marítimos mexicanos con regiones estratégicas en los Estados
Unidos, con ferrocarriles modernos de alta velocidad para carga y pasajeros, se
perfila como una necesidad en la integración regional. Dar prioridad al transporte
eléctrico colectivo en las ciudades es imperioso.
Desde esta visión prospectiva geográfica, habría que profundizar en los procesos
de desarrollo regional, analizar la validez de aplicar políticas económicas
nacionales homogéneas y la conveniencia de diseñar políticas públicas ad hoc a las condiciones de cada región.