septiembre 7, 2024 9:50 pm
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VISIÓN EDITORIAL

UNA VISIÓN ESTRATÉGICA PARA MÉXICO.

Por: Edilberto Cervantes Galván

El fracaso de la globalización neoliberal está impulsando el surgimiento de

políticas nacionalistas, como una forma de evitar que la crisis del comercio

internacional arrastre a lo que queda de las economías locales, en medio de la

pandemia. Se avanza en una reconfiguración del poder global.

Los regímenes de gobierno neoliberales dejaron de lado la planeación estratégica

ya que las “señales” confiables son las que dìa a dia va indicando el mercado.

Sin embargo, es innegable que las grandes empresas transnacionales no operan

en base al día con día. Como tampoco lo hacen los gobiernos chino, ruso o hindú.

En México, la planeación estratégica del gobierno se dejó de lado desde Miguel de la Madrid. Los planes sexenales de gobierno son una formalidad más que una

guía.

El rumbo del país se dejó en manos del libre mercado con el exterior, lo que ha

provocado desindustrialización, el dominio extranjero de la banca y del sector

financiero, la dependencia de la importación de gas y de gasolinas, una débil

política de cienciaa y tecnología, la ampliación de la brecha digital con el resto del

mundo. Desigualdad y pobreza.

A corto plazo es imposible dejar de lado el condicionamiento que impone la

cercanía con los Estados Unidos. Pero el reto es lograr una posición más

equilibrada a 15 o 20 años.

Asegurar la soberanía de México debiera ser el principal objetivo. Soberanía para

tomar decisiones desde la perspectiva del interés nacional. La autodeterminación

va de la mano con el ejercicio de la soberanía. Autodeterminación para decidir qué

es lo que nos conviene y cómo hacerlo.

Los ejercicios de prospectiva para el resto del siglo XXI plantean como campos

centrales la energía, los alimentos, el conocimiento científico y la capacidad

tecnológica. Con el desarrollo de esos cuatro elementos bajo criterio nacional se

puede aspirar a un desarrollo soberano.

Educación y ciencia.

Es necesario formar los recursos humanos con las características que se

requieren para enfrentar los retos del conocimiento científico y técnico en cada

uno de esos campos.

El sistema educativo nacional tiene más de 25 años perdido en el forcejeo del

manejo de los recursos entre el gobierno federal, los gobiernos estatales y la

gestión administrativa corrupta. Las escuelas normales están abandonadas y

aisladas. Se ha estimulado a la escuela privada (Felipe Calderón) y son muy

limitados los recursos para la escuela pública. Las universidades públicas han

caído en la indolencia de una autonomía que sólo mira hacia adentro de sí

mismas. La brecha digital se amplía cada vez más. Se requiere flexibilidad en el

sistema educativo para atender necesidades específicas del sector productivo y la

sociedad.

La política científica y tecnológica se dejó en manos de un CONACYT con

mentalidad neoliberal (el rumbo lo define el mercado). En los últimos 50 años no

se ha diseñado un plan nacional de ciencia y tecnología. El Sistema Nacional de

Investigadores se burocratizó y cayó en la simulación. Los bajos índices de

patentes de invenciones o innovaciones reflejan un esfuerzo mínimo o resultados

muy pobres.

La energía.

El cambio climático a nivel global y el alto costo que supone el uso de los

hidrocarburos hacen evidente la necesidad de una modificación progresiva del

balance energético. Sin brújula, el petróleo y la energía se han manejado en

México sin plan ni visión.

En ausencia de una estrategia a largo plazo, México nunca avanzó en el manejo

de la energía atómica: se empantanó en Laguna Verde. A pesar de todas las

ventajas que ofrece la energía solar, no se ha impulsado una industria nacional.

Con mucha timidez se acepta que empresas extranjeras vengan a instalar sus

campos de generación de energía solar. La energía eólica también la aprovechan

empresas extranjeras. Las plantas de geotermia no pasan de ser un ejemplo de

buen manejo tecnológico mexicano. La energía mareomotriz apenas si se

reconoce como una fuente.

La apuesta en la explotación del petróleo en las aguas profundas del Golfo de

Mèxico se tomó con toda conciencia de que la tecnología tendría que ser

extranjera y manejada por extranjeros.

Se tendieron gasoductos para facilitar la importación de gas natural desde los

Estados Unidos. Sin avanzar en la explotación de los yacimientos de gas en

Mèxico. El “fracking” es un verdadero riesgo ecológico.

El Instituto Mexicano del Petróleo dejó de proveer la ingeniería que requería el

sector petrolero. El Instituto de Ingeniería Eléctrica (y de Energías Limpias a partir

de 2016) carece de presencia en el desarrollo de la industria eléctrica. El Instituto

de Energía Nuclear sobrevive burocráticamente. En estas instituciones hay una

base de personal con formación técnica y científica y que puede entender un

enfoque nacionalista en los manejos de la energía.

Habría que definir un balance energético que sea sustentable a largo plazo e

impulsar con decisión el desarrollo científico y tecnológico en este sector.

Los alimentos.

México se ha colocado como un buen exportador de alimentos, sobre todo hacia

los Estados Unidos. Pero también se ha convertido en un gran importador de

alimentos. Producimos para el mercado externo, pero se ha descuidado el

mercado interno y el sector de economía agrícola de subsistencia. La amenaza

de los transgénicos es un tema de seguridad alimentaria.

Asegurar el abasto de alimentos básicos para los mexicanos es un asunto de

seguridad nacional. Se puede y se debe seguir exportando, pero habría que

reducir progresivamente las importaciones de los alimentos “genéricos” conforme

a una dieta que responda a las características regionales.

Las prácticas agrícolas, los diversos regímenes de propiedad, el impulso de usos

alternativos a la producción de alimentos, la falta de apoyo técnico (el concepto de

extensionismo ya desapareció), el enfoque mercantilista y financiero orientando

todo al mercado, las pequeñas comunidades rurales, son elementos que

conforman una realidad compleja. Así como los distritos de riego se administraron

conforme a una gestión específica, cabría pensar en esquemas regionales y dejar

a un lado las soluciones y modelos nacionales. Hay regiones agrícolas en México

con superficies equivalentes a países completos. Descentralizar recursos

(económicos, humanos, técnicos) y decisiones, sin dejar de supervisar.

La seguridad alimentaria pasa también por una mejor alimentación para los

mexicanos. La obesidad que afecta a buena parte de la población infantil y juvenil

representa un riesgo de salud. Se requiere definir una estrategia alimentaria para

asegurar un nivel nutricional aceptable.

La industria de procesamiento de alimentos es de gran importancia. Con

significativa presencia de empresas transnacionales que tienen acceso a las más

avanzadas tecnologías de conservación, procesamiento y comercialización de

productos alimenticios. Habría que desarrollar nuevos productos alimenticios de

consumo popular y las tecnologías asociadas a los ”alimentos del futuro” (la

aplicación de la química orgánica en la producción de alimentos)

Existe un conjunto de instituciones de investigación que inciden en el campo y la

producción agropecuaria, pesquera y forestal. Incluso universidades como las de

Chapingo, Ciudad Juárez y la Antonio Narro, enfocadas originalmente a la

problemática agrícola. El Instituto Nacional de la Nutrición cuenta con personal

de alta especialización. No hay una estrategia alimentaria.

Conocimiento científico y capacidad tecnológica.

El nivel de subdesarrollo científico y tecnológico que caracteriza a México es

resultado de que la política de desarrollo no le ha asignado a la ciencia y a la

tecnología el papel que les corresponde para fortalecer la autodeterminación y la

soberanía nacionales.

Es histórico el nivel tan reducido de recursos que se destinan a las actividades

científicas y tecnológicas. Ni las empresas ni el gobierno destinan recursos; a las

empresas les resulta más fácil adquirir maquinaria y tecnología en el extranjero y

el gobierno se ha distanciado de las instituciones de investigación nacionales.

El modelo de desarrollo tecnológico que se ha seguido se alinea con las

tendencias internacionales de las grandes empresas. Lo que se corresponde con

una débil capacidad interna para asimilar, adaptar y aplicar los conocimientos

provenientes del exterior, y para generar, difundir y aplicar conocimientos

tecnológicos propios.

Se requiere impulsar una cultura científica y tecnológica desde los primeros

niveles del sistema educativo. Desarrollar los hábitos de pensamiento racional,

crítico e inquisitivo, en todos los niveles de enseñanza. Hay quien piensa que al

egresar de la primaria un niño debería saber leer, escribir y programar.

La política de ciencia y tecnología debe estar estrechamente vinculada con la

política educativa y la política económica, las políticas públicas y los proyectos

estratégicos.

La política de ciencia y tecnología debe plantearse a partir de los objetivos

nacionales de desarrollo soberano y autodeterminación. Con interés prioritario

en energía y alimentos.

La pandemia del COVOD 19 reveló la debilidad de los sistemas de salud públicos

y las restricciones de la salud privada enfocada en el esquema curativo. Es

prioritario desarrollar un servicio médico robusto orientado a la salud pública

preventiva.

A CORTO PLAZO.

Los analistas de la economía internacional y de las variables geoestratégicas

coinciden en señalar que México tiene un reducido margen de maniobra como

para, a corto plazo, modificar sensiblemente sus relaciones económicas con el

exterior.

A corto plazo México tendrá que mantener vigente la estrategia de integración

económica de la región norteamericana: México, Estados Unidos y Canadá. De allí

la importancia del T-MEC.

Después de la firma del Tratado de Libre Comercio (el TLCAN) los gobiernos

mexicanos no hicieron nada para avanzar y promover una verdadera integración

regional.

La nueva situación, con un mercado global que entró en crisis, fortalece la tesis de

que México debe buscar las mejores oportunidades en sus relaciones

económicas, políticas y culturales con los Estados Unidos. Sobre todo si reconoce

la creciente posición (política y económica) de la comunidad mexico-americana

que anticipa que en pocos años ésta sea un referente en la estructura de poder

norteamericana.

En algunos ejercicios de prospectiva realizados a fines del siglo XX, se señalaban

las tendencias a una interacción más intensa entre el norte de México y el Sur de

Estados Unidos, conformando una región binacional: “MEXAMERICA”. En otro

estudio, se perfilaba el territorio de una región binacional a la que se denominaba

“ANGELINA”, también integrando zonas de México y de los Estados Unidos. Estos

procesos de integración, que se darían a los largo de las primeras décadas del

siglo XXI, también se manifestarían en una recomposición de las regiones en el

territorio de los Estados Unidos y en el Canadá (Alaska, por ejemplo, conformaría

una región con la costa del Pacífico de Canadá y de los Estados Unidos).

En este contexto, a fines del siglo XX se habían identificado algunos proyectos de

gran envergadura que tenían viabilidad en un espacio norteamericano. A) La

Supercarretera del TLCAN: comunicaría a los tres países, desde la Ciudad de

México, hasta Winnipeg y Duluth, en la región de los Grandes Lagos. B) El Canal

Intracostero Tamaulipeco, que comunicaría la costa mexicana del Golfo con la

región de los Grandes Lagos, aprovechando los sistemas de transporte

“canaleros” que operan regularmente en la Cuenca del Mississipi (el transporte por

esta via reduce costos). C) El megaproyecto del Itsmo de Tehuantepec: un canal

terrestre con una supercarrterera de 411 kilómetros, un corredor ferroviario

transístmico y la instalación de dos unidades generadoras de energía; el impacto

de este megaproyecto sería detonador del desarrollo del sureste; se integrarían

más de 150 proyectos específicos.

Enlazar los puertos marítimos mexicanos con regiones estratégicas en los Estados

Unidos, con ferrocarriles modernos de alta velocidad para carga y pasajeros, se

perfila como una necesidad en la integración regional. Dar prioridad al transporte

eléctrico colectivo en las ciudades es imperioso.

Desde esta visión prospectiva geográfica, habría que profundizar en los procesos

de desarrollo regional, analizar la validez de aplicar políticas económicas

nacionales homogéneas y la conveniencia de diseñar políticas públicas ad hoc a las condiciones de cada región.

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