A varios les ha causado algo de escozor el hecho de que al, todavía, presidente estadounidense Donald Trump le fueron silenciadas o bloqueadas sus cuentas de redes sociales, lo que para algunos fue un “atentado” a su libertad de expresión al “censurarlo”. Pero en realidad, esto no es así.
Para empezar, las redes sociales son empresas privadas y libres, no tienen porque cumplir caprichos de nadie, mucho menos tienen porque ser cómplices en la promoción y distribución de noticias falsas e ideas de odio.
Las redes sociales tienen reglamentos internos que si alguno de sus usuarios no cumplen, pueden ser baneadas sus cuentas.
Y si a eso vamos, la libertad de expresión es para informar y servir a los demás, no es para difundir falsedades o para promover ideologías de odio, mucho menos para promover la xenofobia o el fanatismo. La libertad de expresión termina donde comienzan las libertades, derechos y la dignidad de los demás.
Los presidentes, senadores, diputados, gobernadores y demás funcionarios públicos son sólo eso, simples servidores públicos, no son los dueños de las redes sociales, mucho menos los dueños de las empresas e industria de un país o un estado. Son simples usuarios de las redes sociales, que si hacen mal uso de ellas, al no respetar sus reglas, también pueden ser restringidas sus cuentas en estas redes, como cualquier otro usuario.
Por ser elementos del gobierno pueden tener acceso a muchos otros medios de comunicación, como el periódico, la radio o la televisión, además de sus portales web oficiales o personales de cada uno de ellos. El cancelar sus cuentas de redes sociales no es censurarlos, es no ser cómplices de sus actos viles.
Los políticos y demás funcionarios pueden llamar a ruedas de prensa para hacer declaraciones, pero también es libertad de los mismos periodistas no asistir a ellas, pues no tienen porque ser simple pedestal de micrófono para estos individuos cuando sólo quieren denostar contra quien les cuestiona o desmienten sus afirmaciones.
Los periodistas están obligados a publicar lo que se tiene que saber, no a publicar lo que a unos se les antoje decir o lo que algunos crean. Eso lo hacen los escritores a sueldo y muchos pseudo-periodistas dedicados a venerar, defender y adular a políticos corruptos e incompetentes.
Los periodistas no adulan, los periodistas cuestionan para informar, esa es su función. Las redes sociales lo tienen muy claro también, por eso no se prestan a los juegos sucios de muchos promotores del odio, aunque también todavía fallan mucho en ese aspecto, pues aún hay mucho charlatán y timador en las redes sociales intoxicándolas con mistificación.
Pero esto es el primer paso para defender a los que sí merecen ser defendidos, los que son atacados por el odio y las mentiras, pero eso cancelar sus cuentas es lo correcto, les guste o no les guste.