CRÓNICAS DE UN REPORTERO POLICÍACO
Por René Martínez González
ASALTAGATO
Ya estaba por concluir mi turno del día como reportero de sucesos, y la última fase era acudir a la coordinación de la policía estatal para recabar información de las cosas importantes que hubieran ocurrido en la ciudad a lo largo del día.
Empezaba a caer la tarde y tras recabar todos los datos caminé hacía el lugar donde acostumbraba abordar la unidad de transporte urbano a la que subiría para poder llegar al periódico y en la oficina de redacción empezar a redactar las noticias como lo hacía a diario.
Apenas había dado unos cuantos pasos cuando una patrulla se detuvo a un costado de donde yo caminaba y el oficial que la tripulaba, me hizo una señal para que me acercara a él.
Era un policía viejo, conocido mío de hace muchos años, que luego de saludarme me invitó a subir en la patrulla explicando que le habían asignado recorridos en la zona centro de la ciudad, donde se encontraba instalado el periódico donde yo laboraba y se ofreció a llevarme para llegar más rápido pues no era mucha distancia y cuestión de minutos el llegar a mi destino, cosa que era mucho más rápido que esperar el transporte urbano.
De buena gana accedí pues tenía razón, llegaría pronto a mi destino y así yo me ahorraba el dinero correspondiente costo del pasaje del urbano, así que me dispuse a subir a la patrulla.
La dirigió hacia la dirección donde se encontraba el periódico, y mientras tanto yo miraba por la ventanilla el paisaje urbano y la multitud de gente que caminaba por las banquetas pues era la hora de salir de muchos empleados de oficina y estudiantes que casi llegaban a saturar el espacio peatonal de las banquetas de las calles principales de la ciudad,
Una escena urbana me llamó la atención y en silencio haciendo una seña le hice saber al oficial que conducía, muy serio, la patrulla.
Había una pareja de jóvenes que parecían ser estudiantes, hombre y mujer, tomados de la mano y casi recargados contra la pared y frente a ellos un joven adulto quién vestía buena ropa, pero lucía un tanto desaliñado y de alguna forma parecía amenazarlos.
El policía y yo nos miramos en silencio y entonces de manera muy suave fue aplicando el freno a la patrulla hasta quedar detenida a poca distancia de donde ocurría la escena.
Bajó con toda prisa del auto de policía y se dirigió hacia donde estaban los jóvenes y fui tras él de inmediato para poder presenciar lo que ocurría.
El asombro me dejó inmóvil, el hombre que amagaba a la pareja de jóvenes sostenía en una mano a un gato negro muerto de la cola, como si fuera un arma con el que amenazaba a la pareja para que le entregaran todos los objetos de valor y dinero que llevaran.
Ante la presencia del patrullero el presunto ladrón soltó el gato y procedió a entregarse para quedar en calidad de detenido, y luego de ser inmovilizado de las manos mediante las esposas fue subido a la patrulla para quedar en calidad de detenido.
Yo no podía contener la risa.
El oficial de policía procedió a buscar un trozo grande de papel y envolver al gato muerto para recogerlo y llevarlo a la jefatura de policía como evidencia de lo ocurrido y recabar los datos de la pareja, tras conminarlos a que lo antes posible asentaran una denuncia por los hechos y se pudiera proceder legalmente en contra del fallido ladrón.
El tipo ya estaba detenido, pero la situación se complicó al acudir a explicar a el juez calificador en la jefatura de policía lo ocurrido.
El cadáver del gato no estaba clasificado por la ley como arma y entonces el delito no podía encuadrarse como robo a mano armada.
El abogado que ostentaba el cargo de Juez calificador, le explicó esto al policía mientras yo escuchaba, sin embargo, el hecho de que hubiera exigido a la pareja sus valores y dinero si podía ser clasificado como intento de robo pues el delito no llegó a consumarse por la intervención del oficial.
Tampoco podía recibir al cadáver del gato como si fuera un arma y enviarlo a la fiscalía para que fuera prueba de los hechos, por lo que pidió al policía que se deshiciera de alguna manera del cuerpo sin vida del gato.
Así que mientras el fallido ladrón fue detenido y puesto en una celda mientras aguardaba que se desarrollara el proceso en su contra que inició con su detención en flagrante delito, el cuerpo del gato, envuelto en periódico fue a parar en el interior del bote de basura de la corporación confundido entre lo que había en ese lugar.
Yo estaba muy divertido pues había logrado obtener una secuencia de fotos de todo lo ocurrido y además tenía una historia que relatar para los lectores que, si bien no era estremecedora, tenía otras características, era exclusiva, es decir que no aparecería en otro medio noticioso, era original. y era muy divertida.
Nunca antes había visto algo parecido. Y así se publicó y generó comentarios tanto entre los periodistas que cubrían la fuente informativa como entre muchos de los lectores del periódico.
Y se volvió el relato favorito de muchos cuando estábamos a la hora del café.