El partido entre los equipos de Futbol americano Hurricanes de Miami y los Appalachian States estaba muy reñido, dos puntos eran la diferencia, estaban a pocos minutos de terminar el último cuarto, los ánimos estaban muy caldeados entre los seguidores de ambas escuadras, pues el tiempo corría y el marcador no se movía en favor de ninguno de los dos equipos.
De repente sucedió algo que paralizó a más de la mitad del estadio y los unió a todos aquellos que segundo antes reñían y discutían por formar parte de la fanaticada de equipos contrarios.
Un gato.
Si, un gato salió repentinamente de la cornisa del estadio, por encima de los palcos y resbaló a como pudo, el minino trató de sujetarse de la lona de seguridad que cubría el barandal de esa sección de asientos.
Poco podía hacer, todo su cuerpo estaba colgando y por unos segundos se mantuvo tratando de sujetarse.
Mientras tanto, todos los fanáticos, se olvidaron del partido, voltearon hacia donde estaba el pequeño michi temiendo el peor desenlace.
Algunos, en su intento por evitar que cayera sobre las butacas, expandieron una bandera de los Estados Unidos y la utilizaron para ubicar el posible lugar donde tentativamente pudiera caer el pequeño.
Gritos, suspenso, desesperación, ¿El partido…? Qué va, olvídense del partido, pónganle atención al gato, que se puede caer…
Y si, llegó el momento, el cuerpo del gato venció sus pequeñas garras que lo sostenían de la lona y cayó al vacío.
Fueron segundos de silencio, donde las miradas de centraron en un solo objetivo, parecía que el tiempo se detenía o al menos que disminuía su velocidad, la respiración colectiva si, ese si se detuvo.
Finalmente, todos respiraron, aquella bandera norteamericana que había sido extendida para captar al minino, cumplió su cometido y recibió con sus estrellas y barras a aquél gatito travieso que puso en riesgo su vida y que tras su salvamento causó la algarabía de al menos medio estadio.
Ah! Y por cierto, el marcador final fue 25-23 a favor de los Hurricanes de Miami