noviembre 13, 2025 7:54 pm
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EL PECULIAR CASO DE DON CARLOS “EL CHAFAS”

EL PECULIAR CASO DE DON CARLOS “EL CHAFAS”

Crónicas de un reportero policíaco

Por: Rene Martinez

El trabajo principal de recolección de noticias en un periódico en los años setentas del siglo pasado, era realizado por dos tipos de trabajadores, reporteros y fotógrafos. Normalmente salían a trabajar por parejas según sus encomiendas noticiosas para las diferentes secciones: locales, sociales y espectáculos, así como los asignados a las fuentes de información policiales.

Uno se encargaba de recopilar la información en el lugar de la noticia y el otro de las imágenes para lo cual siempre cargaba una cámara de tipo profesional.

Muchos años cargaron las tradicionales, hasta las Speed grafic, o Voigth Lander, que eran pesadísimas y las alemanas que eran más ligeras, hasta que se popularizó el formato de 35 milímetros que rápidamente se hizo comercial ya que hubo muchos fabricantes hasta japoneses de cámaras fotográficas con precios accesibles a todos.

Para el resto de la gente eso era complejo pues a diferencia de Estados Unidos o Europa, en México no existían escuelas de fotografía.

Ese era un arte que se pasaba de padres a hijos y muy hermético hasta que apareció la firma Kodak, que popularizó la fotografía vendiendo aparatos fotográficos con precios y manejo accesibles a todos y que cualquiera podía manejar.

Aprendí en los periódicos de la vieja escuela, a redactar y me gustaba, pero aparte me llamó la curiosidad la fotografía y aprendí de mis compañeros, que eran especialistas en eso y pude comprar mi propia cámara profesional.

Así que era de la rara especie (en ese entonces) de periodistas que cargaban su propia cámara para ir hasta el lugar y tomar mis propias fotografías para luego, regresar al periódico para redactar las noticias.

La gente tomaba sus fotos, y llevaba los rollos a revelar para días después regresar por sus fotos ya impresas mientras que, en los periódicos, existían laboratorios donde se hacía todo el proceso.

Yo tomaba mis propias fotografías y pronto aprendí a revelar la película de blanco y negro y de color y a realizar los procesos de laboratorio.

Trabajaba yo solo y esto le convenía a las empresas que se ahorraban un empleado, pero me tocó conocer algunos que eran verdaderos personajes que parecían sacados de una historieta.

Hablemos de «Don Carlos».

Yo apenas había cumplido los 18 años cuando lo conocí y éste era un hombre con algo más de sesenta años de edad que ni siquiera tenía plaza formal en la empresa y al cual le pagaban veinte pesos por cada fotografía que le publicaban y estaba asignado a la fuente de nota roja.

Cuando me lo asignaron como compañero pude sentir su odio total, pues permanecía toda la noche en el puesto de socorros tomando fotos de heridos en riñas o accidentes y en la mañana acudía al periódico a llevar las fotos y cuando le dijeron que me las entregara a mi, pude sentir su rencor.

Hasta el escritorio que yo tenía asignado, llegó por la mañana y tras acudir al laboratorio, regresó con una veintena de fotografías que me arrojó sobre la máquina de escribir, pero sin ningún dato ni nombres de quien eran los involucrados o los lugares donde habían ocurrido los accidentes.

Cuando buenamente le pedí los datos de cada imagen su respuesta fue esta: » Usted es el reportero, lo sabe todo, entonces debe saber quién es cada quien de los detenidos y también los pormenores de los accidentes y riñas».

Esperaba una discusión, pero como respuesta recibió mi sonrisa y la palabra de «gracias».

Me provocaba risa su postura.

Cuando se fue pude empezar mi trabajo de identificación de las fotos, primero los dividí en hombres y mujeres, luego más o menos por edades y comparé con los datos que tenía, tanto por detenidos que había hecho la policía, como por involucrados en accidentes.

Tras de esto, hice grupos de tres o cuatro fotos de accidentes, que se veía que estaban tomadas en el mismo lugar e identifiqué las calles y pude armar totalmente la información, cada nota con sus respectivas fotografías pues había que escribir a cada una un pequeño texto que aparecía al calce de la foto para identificarla y con algunos datos que ilustrasen al lector.

La verdad me pareció divertido y esto se repitió día con día. Don Carlos quería mi puesto, pero no sabía redactar por eso lo empleaban sólo como fotógrafo.

Las imágenes que llevaba a diario eran muy defectuosas, muchas borrosas, con poca definición, otras muy grises, y sin contrastes pues trabajaba con película en blanco y negro, pero así le aceptaban su trabajo los jefes y como cereza del pastel me las entregaba sin ningún dato.

Su historia era muy particular, había empezado en el trabajo décadas atrás ayudando a verdaderos fotógrafos de prensa a quienes ayudaba a cargar el maletín fotográfico, que era muy pesado pues llevaba dentro una cámara extra, película extra, y varios lentes fotográficos según era requerido.

Cuando se abrió el periódico, por primera vez pidió trabajo como fotógrafo de la sección de policía y se lo dieron pues era una plaza que nadie quería por lo peligroso de viajar en ambulancia, patrulla y convivir con delincuentes a diario y policías.

Por eso todos los personajes involucrados en mi trabajo lo conocían y le daban datos: policías, socorristas, bomberos; sin saber que los datos que le daban a nadie le servían.

Fotógrafo no era, a pesar de tener décadas aparentando ser reportero y de cámaras no sabía nada.

El hombre trataba de hacerme batallar mucho y además cada vez que podía me insultaba delante de todos y en voz alta, pero yo necesitaba el trabajo y le aguanté esa actitud mucho tiempo, pues también era colaborador y fue hasta que mucho después me dieron trabajo de planta.

Don Carlos seguía abusando de su amistad con el director de la empresa y no hacía bien su trabajo, hasta que llegó un nuevo jefe, cuyo primer trabajo asignado fue el mío durante una semana y al ver lo que pasaba y que el nuevo era foráneo y no conocía la ciudad lo ayude a identificar los detenidos por nombre y los accidentes por lugar.

A la semana le dieron el verdadero nombramiento, era nuestro nuevo jefe de redacción y bajo su mando estábamos también Don Carlos y yo.

El día que recibió el nombramiento y fue oficial su poder, se acercó a mi escritorio al ver lo que hacía Don Carlos, y tomó el montón de fotos en sus manos y las volvió a lanzar sobre mi escritorio al tiempo que daba la orden: «foto que no traiga los datos para bien identificarla, proporcionados por el fotógrafo, no será publicada.

Yo solamente sonreí, pero durante las noches empecé a ir a los puestos de socorros y hacer mis propias fotos y poco a poco fueron relegando su trabajo hasta que llegó al punto de no convenirle.

No era fotógrafo y reportero, solo era un «carga cámaras» y además borracho, irresponsable y grosero pero con muchas ínfulas de grandeza; le apodaban «El chafas».

Su única gracia era pagar varias órdenes de tacos a los jefes cuando entraba a trabajar por las noches para ganar su favor.

Con el tiempo, yo me cambié a otro periódico donde me ofrecieron mejor sueldo y no supe más de él.

Sin darme cuenta el hombre dejó de acudir a las jefaturas de policía y al puesto de socorro, y quizá se cambió a vivir a otra ciudad o murió, no era amigo del director del periódico, le daba trabajo por humanidad pues ya nadie lo empleaba por su edad y por las fallas que presentaba su trabajo, pero esto me tomó muchos años comprenderlo.

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