EL CASO DE LA FUGA DE AMONIACO EN SAN NICOLAS
Crónicas de un reportero policíaco
Por René Martínez
El suceso ocurrió al principio de la década de los años ochenta, en horas de la madrugada cuando menos se esperaba y tomó a todos por sorpresa.
Aproximadamente a los tres de la madrugada, se recibió la llamada en el puesto de socorro de la Cruz Roja de un olor extraño en la colonia Anáhuac en San Nicolás.
El comandante del turno de la guardia de socorristas Andrés Castillo recibió varias llamadas telefónicas de auxilio pidiendo ayuda de los moradores del sector.
Decidió enviar una ambulancia al lugar para cualquier emergencia que ocurriese y en prevención de alguna persona afectada en el lugar.
Las calles de la colonia estaban silenciosas y solitarias, pero se podía percibir un olor cáustico en el sector, había algún tipo de tóxico en el aire que, al respirarlo, causaba molestias en la garganta y las fosas nasales, que empezaban a arder y eso fue suficiente para declarar la alerta.
Los socorristas pronto encontraron el origen del problema, un vagón de ferrocarriles integrante de un convoy estacionado en el tramo de los rieles ubicado en Avenida Almazán era el origen.
El carro tanque estacionado junto con otros vagones, venía cargado de amoniaco, de uso industrial, y una fuga en las instalaciones o una válvula mal cerrada habían originado que escapara el gas y se dispersara por la zona altamente urbanizada, causando múltiples molestias a sus moradores que en su mayoría se hallaban dormidos.
Tan pronto que fue detectada la fuga, fueron enviadas otras ambulancias para que utilizaran los equipos de sonido con que estaban dotadas y se procediera a evacuar la colonia ya que la situación podría agravar y se desconocía cuanto tiempo duraría el problema.
De la comandancia de la Cruz Roja se comunicó al cuerpo de bomberos de Monterrey lo que ocurría para que mandaran de inmediato a personal al sector para atender el problema.
Yo acudí, acompañando al personal de una ambulancia, a recorrer la zona para dar aviso a los vecinos del sector y también para poder aproximarme al lugar y hacer algunas fotografías.
Antes de acercarme, había tomado como única precaución el hecho de que el viento lo recibiera en mi espalda para de esta manera reducir el riesgo de resultar perjudicado por el gas tóxico.
El chofer de la ambulancia la condujo lo más cerca que pudo y la estacionó en avenida Almazán mientras, cámara en mano, me acercaba al convoy ferroviario donde ya estaba realizando maniobras personales de los bomberos.
Contuve la respiración conforme me acercaba. Yo quería lograr una foto de la maniobra de los bomberos junto al tanque ferroviario mientras cerraban la fuga.
Y la conseguí, pero apenas pude tomar dos gráficas y procedí a retirarme a toda prisa con dirección hacia la ambulancia estacionada a más de cien metros de las vías férreas.
Otras unidades circulaban por las calles de la colonia avisando sobre la evacuación.
Yo sentía irritada la garganta y algo de ardor en la nariz cuando regresé a la ambulancia y una vez realizadas las acciones de evacuación y cuando la fuga estaba sellada, el personal de la Cruz Roja procedió a retirarse del lugar de regreso al puesto de socorro.
Una hora después se recibió la llamada de los bomberos a la comandancia de la Cruz Roja en el sentido de que la fuga había sido sellada y el peligro había pasado.
Los mismos socorristas me revisaron al llegar de regreso. Yo no estaba intoxicado y unas pastillas de menta lograron controlar el ardor que sentía en la boca y nariz.
Pronto amanecería. Yo ya tenía una buena historia que escribir para el periódico y relatar además la forma en que había sido conjurado el riesgo para los moradores de la colonia y fotos de todo.
Me parecía agradable que ningún otro periodista hubiera acudido para acercarse al sector del problema así que mis fotografías eran exclusivas del periódico, los demás medios no tenían imágenes para ilustrar la noticia.
Lo mejor del caso es que nadie había resultado perjudicado a pesar de lo aparatoso que había resultado el percance que se originó de alguna manera en los carros estacionados en ese tramo de las vías ferroviarias enclavado en plena zona urbana.