septiembre 8, 2024 2:28 pm
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VISIÓN EDITORIAL

EMPLEO Y TRABAJO

Por: Edilberto Cervantes Galván

Monterrey.- De acuerdo con el pensamiento económico convencional, la forma más segura, o única, de acabar con la pobreza, es crear puestos de trabajo.

En los años noventa del siglo pasado, cuando se impulsó en México la ideología neoliberal, se popularizó el dictum de que si se quería resolver el problema del hambre, lo indicado no era regalarle al hambriento la comida: se decía, no le regales el pescado, más bien enséñalo a pescar. Esto es, que las personas se valgan por sí mismas para resolver sus problemas.

De allí la convicción de que la educación es el recurso más importante que debe desarrollar una Nación. Que a través de la educación: los niños, los jóvenes y los adultos, desarrollen las habilidades y competencias necesarias para lograr un empleo o desarrollar una actividad productiva.

Esta visión utilitaria de la educación se ha buscado complementarla con la formación en valores, el desarrollo de un sentido humanitario, de respeto a la persona humana, la formación de hábitos sanos y una actitud de solidaridad y colaboración.

Esta percepción de la función social de la educación prevalece en el mundo occidental. De allí que cuando se presenta el fenómeno recurrente del desempleo, lo usual es que se voltee hacia el sistema educativo y se le señale como el causante, si no único, casi, de que los individuos no encuentren empleo.

En el caso de México, por ejemplo, los resultados de la evaluación internacional que realiza la OCDE (la prueba PISA) desde principios de siglo, muestran que los alumnos(as) mexicanos(as) no alcanzan un domino satisfactorio de comprensión lectora, de las matemáticas y en las demás áreas que cubre la evaluación; México se ha ubicado desde entonces en el último o últimos lugares. También se diseñó un instrumento de evaluación del gobierno mexicano, a instancias del SNTE –la prueba PLANEA– y los resultados no fueron muy diferentes. Tampoco los resultados académicos entre los alumnos (de 15 años) de la educación pública y los de la educación privada estuvieron muy distantes.

Pero el asunto del empleo no es necesariamente una variable directa del nivel de preparación académica. Desde hace casi tres décadas o más, la economía mexicana no ha crecido a tasas significativas y si la economía no crece tampoco se crean nuevos empleos.

De allí que no debiera sorprender que una proporción importante de la población ocupada se ubique en la denominada “economía informal”. Dado que el “sector formal” no crea empleos suficientes, los individuos entran a comercializar sus habilidades por su cuenta, como pueden.

En los años noventa del siglo veinte, cuando se formalizó el TLCAN, el acuerdo de libre comercio de México, con los Estados Unidos y Canadá, se decidió enfocar la estrategia económica nacional en producir para exportar. Como el mercado norteamericano es o era el más grande del Mundo, “lo que debíamos hacer” era aprovechar la cercanía para exportar lo que demandaran los norteamericanos. Así se instalaron fábricas de automóviles de firmas extranjeras, en estados del norte y centro del país, y desde entonces la exportación de vehículos desde México ha sido una de las principales líneas de comercio. Además, México se convirtió en proveedor de productos agropecuarios, entre ellos el aguacate.

Los análisis que se han hecho de ese esquema de “libre comercio” mostraron que, si bien se logró incrementar notablemente las exportaciones desde México, la economía en su conjunto no creció tanto como las exportaciones. El mercado interno no mostró signos de crecimiento, ya que no había capacidad de compra. Los salarios de los trabajadores del “sector exportador” se mantuvieron deprimidos y la “economía informal” se sostenía vendiendo productos de importación como juguetes, calzado y “novedades”; afectando a las industrias tradicionales mexicanas.

En la actualidad, con el nuevo acuerdo comercial entre los Estados Unidos, México y Canadá (TMEC) y con las inversiones que buscan proveer a las industrias norteamericanas aprovechando la “cercanía geográfica”, puede volver a repetirse lo que sucedió con el TLCAN: un pequeño segmento de la industria mexicana se orientará hacia el exterior y el resto se mantendrá en los márgenes de la economía.

No obstante, el impacto del nearshoring en el mercado interno puede ser un poco mayor: se ha elevado el salario mínimo, se ha reducido el outsourcing, se mejoró un poco el régimen de las Afores, el manejo de los asuntos sindicales-laborales ya es objeto de monitoreo internacional, y la Zona del Istmo de Tehuantepec se abrirá a la inversión internacional y al comercio hacia los Estados Unidos.

Las expectativas que se han generado, con las muy probables inversiones extranjeras, es de que se presentará una amplia demanda de personal calificado y que hay que empezar a preparar al “capital humano” que se requerirá. Algunas instituciones de educación superior ya han manifestado su estado de alerta ante la nueva situación e incluso han planteado modificar su oferta académica. Las instituciones de educación media superior ven en el “Modelo Dual” un mecanismo idóneo para preparar los recursos humanos en coordinación directa con las empresas.

Pero en realidad se conoce muy poco del “mercado de trabajo”. Son escasos los estudios sobre este tema. Se ha identificado que de los egresados universitarios una buena parte no trabaja para lo que estudió. Si a esto se asocia que las nuevas tecnologías de producción son ahorradoras de mano de obra –si no es que con procesos automatizados– no es probable que se presente una demanda masiva de empleos.

Las instituciones de educación buscan estar al día con carreras novedosas, pero no disponen de una buena información sobre las oportunidades reales de empleo de sus egresados. Las carreras que toman cinco años para acreditarse pueden quedar obsoletas para el alumno que egresa debido a la rapidez del cambio tecnológico. También por el lado de los empleadores se presenta la situación de que no logran precisar el perfil laboral de los colaboradores que requieren, con sistemas en proceso de automatización y con el home office. Se pone entonces el énfasis en las actitudes o habilidades genéricas de los aspirantes, como la de que sepan trabajar en equipo, que sepan tomar decisiones y que dominen algún idioma extranjero.

Se requieren esquemas ágiles de vinculación entre el ambiente laboral y el sistema educativo.

Todavía en los años sesenta del siglo pasado los economistas analizaban las condiciones para lograr el pleno empleo. Ahora, en el siglo XXI, con la automatización del sistema productivo y la inteligencia artificial, se busca prescindir del trabajo humano directo: el desempleo pleno.

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