Crónicas de un reportero policiaco
Por: Rene Martínez
El suceso ocurrió a principios de la década de los años noventa.
Mi función en el periódico era cubrir accidentes, los casos más sobresalientes de personas detenidas por la policía, por lo cual había desarrollado un sistema de cobertura en la ciudad de Monterrey, algunas horas las pasaba en el puesto de socorro de la Cruz Roja y a una hora determinada me trasladaba hacia el edificio de la, entonces llamada, Policía Judicial para tomar nota de las detenciones sobresalientes del turno.
Esto, era un acuerdo no escrito entre los reporteros, de acudir todos a la misma hora ante la policía, para facilitar el trabajo y al mismo tiempo pedir la entrevista a todos los detenidos.
Antes de esto, pasaba algún tiempo con la policía estatal uniformada para ver los partes informativos que elaboraban cada doce horas y enterarme de algunos sucesos, pues no solo se trataba de personas detenidas, en los partes había información de incendios, accidentes en las fábricas y otras cosas de interés.
Pero la base era la Cruz Roja, pues ahí pasaba la mayor parte de mi turno en horas de la noche a la expectativa por si ocurría algo importante que fuera noticia.
Temprano por la tarde había acudido al periódico para registrar mi hora de entrada y el editor (a quien de seguro algún interés lo movía) me preguntó si había acudido al evento de por la mañana en que el gobernador entregó distinciones a los policías más destacados por su desempeño en el trabajo, a lo cual de mala manera le contesté que no lo había hecho, pues mi entrada al periódico para iniciar labores era por la tarde.
“Hubieras acudido, era un evento que incumbe a la policía” fue su respuesta, a lo que yo pensé: “Si me pagaras horas extras” pero no lo dije, pues entendía que era su manera de molestar y además ese tipo de eventos generaban información que era difundida por el aparato de prensa de Gobierno del Estado.
Solo sonreí y me dispuse a dirigirme al edificio de la Cruz Roja, para empezar mis labores del día.
Cerca de las diez de la noche, fue pedida una ambulancia para el cruce de las calles Villagrán y Aramberri donde aparentemente había ocurrido un choque.
Abordé el vehículo de emergencia a la que el chofer condujo al lugar indicado, donde se solicitaba la presencia del personal médico.
Al llegar, pude ver un auto con los vidrios completamente destrozados y en su interior varias personas integrantes de una familia.
Los socorristas pudieron constatar que ninguno de ellos presentaba lesión alguna, solo pude ver algunos niños integrantes de la familia que viajaban en el carro, que estaban llorando, pero no había ninguna persona herida.
Mi sorpresa fue ver llegar, casi al mismo tiempo que la ambulancia, a varias patrullas de la policía cuyo personal realizaba arrestos en el lugar de los tripulantes de un carro que se hallaba estacionado tras el vehículo con los vidrios destrozados.
Procedí a tomar fotografías de todo, pero no entendía lo que pasaba y fueron cuatro los detenidos mientras los oficiales apercibían al conductor del vehículo dañado que procediera a levantar la denuncia correspondiente por daños, amenazas y otros delitos.
Me tardé un poco más en reunir la información de lo que había pasado pues fue más fácil captar las fotografías.
El conductor del auto donde viajaba la familia (el que tenía los vidrios dañados) me explicó lo que pasó aun presa de un ataque de nervios.
Tripulaba normalmente su vehículo por la calle Villagrán, pero al aproximarse a la calle Aramberri pudo darse cuenta que un camión urbano circulaba, por lo que procedió a incrementar un poco la velocidad.
Al hacer esto rebasó a un vehículo que circulaba a su derecha y más adelante frenó por la luz roja del semáforo en el crucero.
Según su decir, los tripulantes del otro vehículo bajaron con macanas en las manos y lanzando todo tipo de insultos y amenazas le destrozaron los vidrios, y se encontraban ebrios según pudo advertir.
Esos fueron a quienes vi que los policías habían detenido.
No me dieron sus nombres y no tenía tiempo para recabarlos en el lugar así que decidí ir a periódico para empezar a escribir las noticias del día.
Me faltaban los nombres de esos detenidos.
Antes de empezar a indagar lo ocurrido, al entrar al periódico, me dieron un informe proporcionado por el departamento de prensa de Gobierno del Estado, el cual tomé sin verlo, pero al llegar a mi escritorio para empezar a trabajar vi las fotografías y la información.
Era el informe del evento de premiación a los “Policías del año”, y algunas fotografías. Los reconocí de inmediato.
Los policías eran las mismas personas que, con macanas, habían destrozado los vidrios del auto ofendidos por que los había rebasado el conductor.
Entendí lo que había pasado, pues por la mañana recibieron la distinción, que además llevaba un premio en efectivo y cuando salieron de turno se fueron a celebrar el asunto a uno de los bares ubicados por la calle Villagrán.
Ya ebrios procedieron a retirarse y fue cuando se produjo el incidente, y con la mente embrutecida y las ideas cegadas por el alcohol ingerido, bajaron del auto y agredieron al tripulante del vehículo destrozando los vidrios con las macanas que llevaban en el interior del auto, como parte de sus implementos de servicio como policías.
De esta manera, los mismos policías que por la mañana fueron galardonados en una ceremonia presidida por el gobernador, por la noche fueron detenidos por sus propios compañeros, y posteriormente dados de baja con deshonor de la policía.
Claro que escribí la nota, ilustrando con las imágenes del momento del arresto de los policías que se hallaban fuera de servicio. Era una información y fotografías exclusivas.
No se había presentado ningún otro periodista en el lugar, al momento del accidente. “Cosas que pasan”, ¡pensaba yo en esos momentos!…