septiembre 20, 2025 3:37 pm
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VISIÓN EDITORIAL

EL NUEVO «ORDEN» GLOBAL
Por: Edilberto Cervantes Galván
Ex-Secretario de Educación en N.L.

La actuación de Donald Trump, en su segundo mandato como presidente de los Estados Unidos, ha provocado una desarticulación de las relaciones comerciales a nivel global. Su actitud de no reconocimiento del cambio climático ha puesto en pausa su colaboración en el Acuerdo de París, impulsando además el uso del petróleo y el gas. Ha dejado de lado a los organismos internacionales (la ONU, la UNESCO, la OMC, la Corte Internacional).

Hacia el interior, el rechazo a los migrantes, la restricción de recursos económicos a universidades de prestigio y la controversia con los gobernadores del partido demócrata, con justificaciones que pueden variar de un día a otro, están alterando la convivencia política cotidiana.

El régimen político de los norteamericanos se caracterizaba como un sistema de contrapesos, entre el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial. Ahora, Trump actúa por su cuenta, utilizando argumentos y justificaciones para no consultar y mucho menos pedir aprobación de los otros poderes. Las cortes han emitido juicios en contra de algunas decisiones del Presidente, dejando siempre un margen de negociación. Se trata de un proceso político con rasgos autoritarios, sin que se hayan modificado ni la Constitución ni la estructura del estado.

Hay quienes consideran que se trata de un capitalismo de estado, pero no se puede considerar que se haya modificado el sistema económico. En todo caso es el autoritarismo de Trump el que hace y deshace, favoreciendo su economía personal y la de su familia, asociado a las grandes empresas del Silicon Valley.

En todo caso valdría la pena considerar el enfoque de Yanis Varoufakis, quien considera que en la etapa actual del capitalismo global se configura un tecno-feudalismo: las grandes empresas digitales obtienen una renta del resto de los sectores productivos, a partir de la facilitación de los servicios digitales (mismos que no se consumen ni se agotan).

En un artículo publicado en El País (04/08/25), Manuel Alcántara plantea que hay elementos para considerar que el esfuerzo por asentar la democracia como forma de gobierno se está agotando. Hace referencia al presidente ruso, al presidente de El Salvador y el de Nicaragua, como ejemplos de la tentación que domina a los políticos para reelegirse o mantenerse en el poder. En relación con la actuación de Trump considera que ha logrado impactar en la sociedad y está configurando una ciudadanía “…seducida por múltiples formas de manipulación de la realidad”.

Para Alcántara, a partir del episodio de la pandemia, la democracia dejó de ser el motor del desarrollo político. Considera que se ha incrementado la desconfianza en las instituciones, se acentuó la minusvaloración de la democracia y la crisis de la representación política evidenciada en partidos fragmentados, volátiles y con una identidad menguada y desdibujada.

Hace referencia a que el mundo es liderado por conglomerados tecnológicos empresariales en crecimiento constante y de una envergadura financiera desconocida. La que se denomina como economía digital. Sin embargo, de allí pasa a afirmar que “la democracia tiene una capacidad autodestructiva que siempre fue considerada como inherente a la democracia”. Esta afirmación sale de la nada, no tiene sustento analítico, o por lo menos no de la literatura sobre política contemporánea.

Para sustentar su argumento, pone como ejemplo a Vladimir Putin, “quien alguna vez fue presidente gracias al voto popular, aunque inmediatamente se dedicó a erosionar el credo democrático aplastando a la oposición y tomando todos los resortes del poder”. Lo mismo, dice, hicieron el chavismo, Daniel Ortega y Nayib Bukele, con resultados devastadores para sus países.

Pero lo más llamativo es que considera que el éxito económico de la China contemporánea, provoca que el autoritarismo chino “se esté convirtiendo en un acicate que anima al mantenimiento de formas no democráticas en otros países”.

Hay quienes -como Alcántara- señalan la proclividad de los políticos a reelegirse, como una forma de mantenerse en el poder, o bien la de modificar las leyes para conservarse en posiciones de dominio. Sin embargo, la mayoría de los políticos toman como un referente el marco legal y a la consulta ciudadana como un mecanismo para validar su liderazgo. Nadie ha señalado a Angela Merkel como una dictadora, a pesar de los largos años que se mantuvo en el poder, siempre observando el marco legal.

La visualización de un régimen posdemocrático, según Alcántara, “…es consecuencia del asedio histórico que sufre la democracia representativa y de los fracasos de esta en la confrontación de los problemas de la ciudadanía y en la atención a sus demandas”. Es aquí en donde el análisis de Alcántara se queda corto, ya que hace responsable al régimen democrático de la alta concentración de la riqueza y de la tremenda desigualdad que caracteriza a las sociedades contemporáneas.

No es la democracia la culpable de las crisis políticas o de dar paso a los autoritarismos, sino el sistema económico: el capitalismo oligopólico digital. El poder de las empresas tecnológicas digitales es tal que no se sujetan a las leyes convencionales de los negocios.

Habría que estudiar con mayor profundidad las interrelaciones entre sistema político y sistema económico en la era digital. En donde el autoritarismo aparece como la forma de mantener sojuzgada a la sociedad, con un sistema económico que sólo favorece a una minoría. Al menos en los Estados Unidos el poder económico oligopólico ha capturado el poder político. Habrá que ver si eso conduce a la quiebra de la democracia.

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